Vivimos en una época donde las marcas están bajo la lupa. Ya no alcanza con tener un buen producto ni con una campaña vistosa: las personas quieren saber qué hay detrás, por qué haces lo que haces y cómo contribuyes (o no) a un mundo mejor.
En este contexto, el marketing con propósito dejó de ser un “extra bonito” para convertirse en un imperativo estratégico. No se trata solo de aparecer, sino de conectar. No basta con decir, hay que hacer. Y no sirve de nada vender mucho si no se construye confianza.
Hablamos de una estrategia donde la marca se alinea con valores o causas que trascienden el producto o servicio. Puede ser la sustentabilidad, la diversidad, el bienestar mental, el apoyo a comunidades locales… Lo importante es que ese propósito sea auténtico, coherente y accionable.
Porque seamos sinceros: todos podemos escribir frases bonitas. Lo difícil -y valioso- es construir una narrativa real, consistente y sostenida que atraviese desde el branding hasta los posteos en redes sociales.
Porque las audiencias están cambiando. Hoy las personas compran de forma más consciente, investigan, exigen y prefieren marcas que se alineen con sus valores personales. En especial, para las nuevas generaciones el propósito es tan o más importante que el precio.
Además, en un entorno digital hipercompetitivo, el propósito diferencia. No solo por lo que comunicas, sino por cómo lo haces, con qué tono, en qué espacios eliges estar y cómo respondes cuando hay crisis o contradicciones.
Aunque pueda parecer una jugada arriesgada, trabajar con propósito trae beneficios concretos:
No es solo sobre vender más hoy, es sobre seguir siendo relevantes mañana.
Aquí va lo clave: no se trata de poner un post en el Día de la Tierra o cambiar el logo en el Mes del Orgullo. Una estrategia con propósito debe ser transversal, desde la visión de negocio hasta la pauta pagada.
Algunos pasos básicos:
No es lo mismo decir “queremos mejorar el mundo” que comprometerse con algo tangible. El propósito debe ser específico, creíble y tener relación con tu giro de negocio.
Una marca no puede comunicar hacia afuera lo que no vive hacia adentro. El propósito debe permear equipos, decisiones, campañas y procesos.
No puedes hablar de inclusión si no hay acciones concretas detrás. Ni de sustentabilidad si tus procesos no han cambiado. El propósito sin acciones es solo marketing vacío (y las audiencias lo notan).
El marketing con propósito se construye día a día, en cada historia que eliges contar. En redes sociales, en tu blog, en tus campañas. La pregunta no es solo “¿qué vendo?”, sino “¿qué quiero provocar en quienes me leen o me siguen?”
Como toda estrategia, el propósito también se mide. Puedes observar:
El propósito no es intangible. Se convierte en resultados cuando se trabaja con estrategia.
Para que tu marca deje huella. Para que las personas quieran elegirte más de una vez. Para que no tengas que convencer, sino que te busquen. El propósito no reemplaza a la performance: la potencia.
En un mundo que grita ofertas, las marcas que inspiran confianza -con hechos y no solo palabras- son las que se quedan.
En Cebra somos conscientes de esto. Nos hemos enfocado en que nuestros servicios se alineen con los valores de cada cliente, haciéndolos crecer tanto en ventas como en la conexión que logran con sus audiencias.
Si quieres fortalecer la comunicación y presencia de tus marcas, contáctanos. Contamos con un equipo estratégico que sabrá reconocer tus valores para crear una propuesta de valor y con propósito para conectar con tus audiencias.
Además, somos una empresa B que cree y practica el triple impacto, entendiendo que hoy no se trata solo de ventas, sino también de tener un impacto social y ambiental que responda a los desafíos actuales de nuestra sociedad.
Escucha nuestro podcast Triple Impacto, conversaciones con líderes de empresas B.